Los problemas más comunes y los tiempos de intervención
El pie presenta una gran diversidad morfológica y estructural que en la práctica resulta difícil orientarse acerca de lo que constituye o no un defecto, si es correcto intervenir y sí lo es, cuándo y cómo.
En nuestra experiencia, desviaciones estructurales evidentes del morfotipo considerado normal se toleran bien, no acarrean limitaciones funcionales, mientras que otras desviaciones menos evidentes, a veces difíciles de detectar, provocan limitaciones funcionales y dolor.
En general podemos afirmar que lo que sobra debe ser eliminado.
La polidactilia
Por ejemplo, la polidactilia, generalmente conocida como exceso de dedos, debe ser tratada eliminando el dedo sobrante.
De ser posible, la operación debe realizarse antes de la conquista de la posición erguida, dentro del año de edad.
El pie torcido congénito
En muchas deformidades congénitas, es decir presente al nacer, que nosotros sabemos son muy difíciles de curar, se debe iniciar el tratamiento desde los primeros días de vida.
El pie torcido congénito, presente en casi 1/1000 de los nacidos – que los médicos anglosajones denominan con el término de Clubfoot, es decir pie deformado en garrote, duro y rígido como un bastón – requiere cuidados inmediatos consistentes en manipulaciones y yesos posturales desde los primeros días de vida. Resiste a los intentos de corrección y en la mayoría de los casos se opera aproximadamente en el 5 ó 6 mes. Durante el período del crecimiento se deben aplicar tutores y plantillas. A veces, son necesarias otras intervenciones.
El pie queda más pequeño, la pantorrilla más delgada, el tobillo y el pie discretamente rígidos.
Sin embargo no hay dolor ni renguera y si está bien curado se obtiene un funcionamiento que permite jugar y practicar diferentes deportes y, en la etapa adulta, también permite desarrollar una intensa actividad laboral.
El pie plano-valgo
También hemos aprendido que siguiendo en el tiempo la evolución morfo-estructural del crecimiento del esqueleto, algunos cuadros inicialmente dramáticos se normalizan, como por ejemplo las piernas en X, y otros más banales empeoran progresivamente hasta convertirse en graves defectos. Pensemos entonces que la limitación funcional y el dolor constituyen el verdadero defecto.
Por ejemplo, el pie plano-valgo se debe operar sólo cuando aparecen importantes limitaciones funcionales y un grado de dolor que limita la actividad deportiva y el juego del niño.
El objetivo es restablecer una condición de bienestar, no necesariamente una morfología y una estructura normales. Esto se puede obtener con plantillas, calzados apropiados, gimnasia de los pies para favorecer el restablecimiento muscular y un buen juego de las articulaciones.
En contados casos, a veces la corrección quirúrgica solucionará los casos que resisten los cuidados conservativos.